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Literatura realista

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Literatura realista en España

 

Marco histórico

Los orígenes de la novela en el XIX

Auge de la narrativa en el 68

    Concepto de Generación del 68

Galdós

Clarín

Valera

 




 

Marco histórico

 Este periodo viene determinado por la revolución de 1868, que añade nuevas inestabilidades al final del siglo. Asistimos, sucesivamente, al gobierno de Amadeo I, a la 1ª República y a la Restauración borbónica; aun así, no se solucionan los problemas del país.

     Sociedad: Dos grupos sociales serán los más influyentes:

-Una Burguesía capitalista, que se afianza; políticamente se vuelve conservadora, sobre todo tras la aparición de los movimientos obreros.

-Surgen los movimientos obreros; Marx publica su Manifiesto comunista en 1848: a España llega en 1872; el P.S.O.E. es fundado por Pablo Iglesias en 1879.

    Filosofía: Varias son las filosofías que se desarrollan en esta época:

-El Positivismo nace como ideología opuesta al Romanticismo. Sólo se admite como verdadero lo descubierto mediante la observación rigurosa y la experimentación; por tanto, se rechaza la especulación pura.

-El Determinismo, según el cual el destino del hombre está marcado por su herencia genética y por la influencia del medio social en el que se desarrolla su vida.

-El Krausismo, que estudia lo específico de cada nacionalidad; rechaza el autoritarismo. Da importancia a la unión del espíritu con la naturaleza. Adquirirá más importancia a inicios del siglo XX.

-El Marxismo, primer movimiento obrero que busca la lucha de clases y la revolución obrera para acabar con el injusto mundo burgués.

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Los orígenes de la novela en el siglo XIX

    Tradicionalmente se ha tenido a Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber), con La gaviota (1849) como la primera novelista del siglo. Hoy en día se investiga (Zavala) la aparición de la novela por entregas (en la línea del francés Eugène Sue), de gran auge hacia 1830. Wenceslao Ayguals de Izco (María, la hija de un jornalero) es el autor más destacable.
    Fernán Caballero entronca con Estébanez Calderón en su forma de ver Andalucía (marco de su obra). Es una defensora del Antiguo Régimen que altera la realidad para defender sus tesis. En su novela abunda el diálogo y los personajes están poco definidos (son personajes-tipo, heredados del costumbrismo). Sus obras más importantes fueron La gaviota,Elia (1849), Clemencia (1852) y La familia de Alvareda (1849). La gaviota es una obra (por primera vez) absolutamente contemporánea (su acción se sitúa en 1848) y realista (hasta donde el Romanticismo lo permitía, según Rodríguez Luis). Está considerada como "prerrealista".

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Auge de la narrativa a partir de 1868

     Para Lucien Goldman, la nueva clase social (burguesía) requiere un nuevo tipo de estructura literaria: la novela: racionalización del Universo sobre un individuo, el protagonista.
     I.Ferreras distingue tres momentos: Prerrealismo, Realismo y Naturalismo.

-El Prerrealismo: parte de una visión dual de la sociedad, la política y la moral (hay "buenos" y "malos"). Todo queda mediatizado por esta punto de vista. Aparecen frecuentes juicios de valor en la obra. El realismo prescindirá de ello.

-El Realismo es más objetivo y menos ejemplificador. Ofrece una visión más amplia y abierta de la realidad. Se observa un "ansia de totalidad". Se desprende de la visión dual; desaparecen los personajes paradigmáticos, las lecciones de moral, las "tesis". Esta novela nacerá a raíz de la revolución del 68 (una vez asimilada), en la década de los 80-90. Recordemos la definición de Stendhal sobre la novela: un espejo que se pasea a lo largo del camino y refleja lo que se encuentra (sea elevado o miserable, moral o inmoral...) Hay un intento de objetividad, de no enjuiciar los hechos.

+Los temas serán muy variados: toda la realidad del momento: política, proletariado, caciquismo, bajos fondos, mundo rural, infidelidad conyugal, vida en los conventos...

+En cuanto a la técnica narrativa, estas obras presentarán descripciones minuciosas; se dedicará especial atención a la ambientación.

El auge del Realismo se produce en Europa antes de 1860 (salvo en rusia -Dostoievski, Tolstoi- que será más tardío): en Francia destacan Henri Beyle, Stendhal (Rojo y negro, 1830; La cartuja de Parma, 1839), H.Balzac (Comedia humana, 85 novelas); G.Flauvert (Madame Bovary, 1857); en Inglaterra, Dickens publica Oliver Twist en 1838 y David Copperfield en 1849. En España, estamos ante otro fenómeno de "frutos tardíos": debemos esperar a la década de los 70.

-El Naturalismo es un concepto difícil de deslindar del Realismo. Se considera La desheredada (Galdós, 1881) su primera manifestación. Consiste en una visión de los aspectos más sórdidos de la vida; una expresión cruda de la sociedad española. Trata de explicar al hombre por su fisiología y de interpretar el comportamiento humano como producto de aquella (Taine). Es una literatura comprometida y progresista, que frecuentemente choca con los gustos del público (incluso Alarcón o Pereda) y, por consiguiente, de los editores.


    El Naturalismo surge con la obra del francés Émile Zola (París, 1840-1902). Zola nos dice que el escritor naturalista no sólo debe observar la realidad (eso ya lo hacen los realistas), sino experimentar. Se trata de una novela escrita con carácter impersonal (el novelista debe desaparecer), con un enfoque determinista (el medio -en una doble vertiente, fuerza de la herencia y medio social- determina a los hombres). Para desarrollar todas estas ideas teóricas, Zola escribe un ciclo de 20, novelas, entre 1871 y 1893, bajo el título de Los Rougon-Macquart. Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio; intenta Zola plasmar todos los aspectos de la vida y el comportamiento humano. En este ciclo se representan con detalle e incluso con crudeza, diversos "ambientes sociales del París popular (La taberna, El vientre de París), de la vida provinciana (La conquista de Plassans), de la mina (Germinal), del campesinado (El desastre), etc." (Rdgz. Marín).


    Las ideas de Zola son difundidas en españa por la Pardo Bazán ("La cuestión palpitante") que hace una defensa del escritor francés, si bien se muestra en contra de alguna de sus afirmaciones: no cree en el determinismo y piensa que la pasión o el sentimiento no se rigen por las mismas leyes que "la caída de la piedra".

    Para concluir, podemos comentar las ideas de W.Pattison, que hace la siguiente clasificación:

  Naturalismo/Realismo

  Jóvenes/Mayores 

Progresistas/conservadores

(Galdós y Palacio Valdés escaparían a esta clasificación.)

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La Generación del 68

      La crítica viene agrupando últimamente a los autores principales de este período dentro de la llamada Generación del 68 (J.I.Ferreras). Sería más preciso, siguiendo a Pattison, dividir dos grupos: los mayores (Alarcón, Pereda, Valera -y Galdós, por edad) y los jóvenes (Pardo Bazán, Clarín, Palacio Valdés -muy distinto- y Blasco Ibáñez). Ideológicamente podríamos decir que Galdós y Palacio Valdés deben intercambiarse en esta clasificación. Las características "generacionales" son:

-Tienen una misma conciencia de clase; similares formas de pensar, ver, entender, razonar... Desde distintas ópticas, todos creen en el progreso y la educación. Podíamos distinguir entre librepensadores y católicos.

-Parten de un dualismo prerrealista y alcanzan la totalización realista. Al final, se verán tentados por el Naturalismo.

-Son fundamentalmente optimistas en sus inicios y, progresivamente, más pesimistas.

-Aspiran a dar cuenta de la sociedad española y explicar y demostrar sus resortes internos.

-Formalmente, el narrador-tipo (bien cronista, bien omnisciente) interfiere en la acción, comenta, moraliza, sugiere al lector lo que debe pensar de los hechos y los personajes.

Nos detendremos en la obra de los tres grandes novelistas del siglo:

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 Benito Pérez Galdós (1843-1920)

  Nació en Las Palmas de Gran Canaria (1843). Hizo sus estudios de Derecho en Madrid; pronto comenzó a escribir novelas, muchas ambientadas en esta ciudad. Tuvo éxito, aunque con el tiempo fue muy criticado. Murió en 1920. Ideológicamente evoluciona desde el liberalismo progresista hasta posturas cercanas al socialismo.
  Obra: Además de 20 obras de teatro, escribió más de un centenar de novelas. Veamos las más importantes:

*Los Episodios Nacionales, 5 series de 10 novelas cada una (la última, 6), en las que intenta ofrecer una visión novelada de la Historia de España en el siglo XIX. Es una obra documentada y objetiva, en la que sabe unir lo individual (novelesco) y lo social (histórico).

*Las primeras novelas aún no consiguen la perfección; son obras de tesis: se parte de una idea prefijada que hay que demostar. Están dentro de un estilo prerrealista. Destaca Doña Perfecta.

*A partir de 1880 comienza la publicación de las "Novelas españolas contemporáneas", 24 obras en las que Galdós alcanza la plenitud. Destacan Fortunata y Jacinta (1886-87), su obra más lograda, Miau (1888), Nazarín (1895) y Misericordia (1897).

    El estilo de Galdós es claramente realista; realiza unos profundos estudios sicológicos y sociales. Sus novelas están perfectamente documentadas, pero su estilo, espontáneo y vivo, no se pierde nunca. Algunos le criticaron su descuido estilístico. Pese a esto, su fama va en aumento; junto con Cervantes y su coetáneo Clarín está considerado uno de los mejores novelistas de nuestra literatura.

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Leopoldo Alas, Clarín (1952-1901)

      Clarín, al igual que Galdós, escribe desde una facción de la burguesía, pero contra las aberraciones de la burguesía, Aparte de una serie de cuentosy de la novela, Su único hijo (1890), Clarín es, sobre todo, el autor de La Regenta (1884), sólo comparable en profundidad, complejidad e intención a las mejores obras de su amigo Galdós.
      Clarín concluye La Regenta a los 34 años de edad, con el convencimiento, según sus palabras, de haber conseguido "una obra de arte". La historia es conocida: En Vetusta (nombre bajo el que se esconde Oviedo) vive don Fermín de Pas, que abre la novela recorriendo con su catalejo los pormenores de la ciudad. Joven, apuesto y ambicioso, de Pas es el magistral de la Catedral, con aspiraciones más altas. Al iniciarse la obra, don Fermín recibe un encargo muy especial: debe convertirse en confesor de doña Ana Ozores, mujer del antiguo regente de la Audiencia, conocida, por ello, como la Regenta. Entre ellos se establecen relaciones de amor-amistad, plagadas de matices. El triángulo lo completa Álvaro Mesía, donjuán de Vetusta, que desea conquistar a la Regenta, única mujer virtuosa que aún no se ha rendido a sus pies. Para ello contará con la ayuda de todo el pueblo, que desea ver caer a doña Ana.
      La obra se divide en dos partes fundamentales: los 15 primeros capítulos son primordialmente descriptivos: conocemos, a través de las opiniones del narrador omnisciente, la ciudad y sus habitantes, uno a uno. Entramos en la compleja psicología de los personajes principales: Fermín se mueve entre la obediencia a su madre (con un no superado complejo de Edipo), la ambición eclesiástica, el amor a Ana y el temor al qué dirán. Doña Ana es fiel esposa, ciudadana ejemplar, religiosa, enamoradiza; se siente atraída por Álvaro y Fermín, aunque, generalmente, se niega a reconocerlo. Quizás el más claro de los personajes principales es Álvaro, menos matizado, menos complejo.
      Los quince capítulos finales son más narrativos. Prima ahora el desarrollo de los acontecimientos: D.Álvaro consigue sus propósitos; don Víctor, el Regente, muere tras un duelo con Álvaro; Ana es abandonada por todos, menos por Frígilis, incansable amigo de su esposo. El final es desolador. Doña Ana queda en el suelo de la catedral, despreciada por todos, incluso por Celedonio "el acólito afeminado, alto y escuálido", que, al ver desmayada a la Regenta siente el deseo miserable de besarla en los labios. Ana se despierta; "había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo".
      Si el Naturalismo se destaca por el análisis psicológico de los personajes, no cabe duda de que Ana Ozores es una personalidad compleja y contradictoria que ha sido reflejada a la perfección por el autor.
      La Regenta ha sido denominada "novela de la frustración", por la sensación de fracaso vital que deja en los lectores (Rodríguez Marín); otros han hablado de la novela de todo un pueblo, Vetusta; todos los estamentos sociales quedan reflejados.
      Si la historia (compleja, matizada, bien construida) es uno de los mayores logros de la obra, no debemos olvidar el estilo de Clarín: Alas busca siempre la palabra precisa, la frase adecuada y perfecta; pocas expresiones sobran en esta obra medida y pensada, cumbre del Naturalismo español.

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 Juan Valera (1824-1905)

     Juan Valera nació en Córdoba. Era de familia ilustre y eso le permitió obtener una buena educación. Fue diplomático en diversos países europeos y americanos. Lázaro Carreter lo define como "un hombre de mundo, refinado, epicúreo y enemigo de excesos. Ideológicamente, fue un liberal moderado, tolerante y elegantemente escéptico en cuanto a lo religioso".
     Fue antes crítico que escritor. No publicó hasta los 50 años. Ha sido considerado como el máximo representante del arte por el arte (Montesinos). Su realismo es moderado: rechaza, por un lado, los excesos fantasiosos o sentimentales de la novelística romántica; sus obras poseen una ambientación precisa y los personajes son verosímiles. Pero, por otra parte, elimina los aspectos más desagradables de la realidad: Podemos hablar, pues, de cierto toque esteticista, idealizador. No es extraño que declarase que, si la realidad es desagradable, el escritor debe "mentir para consuelo" de sus lectores.
     Sus mejores hallazgos, en cuanto al contenido de sus obras, reside en los análisis psicológicos que realiza de sus personajes, sobre todo de los femeninos.
     Se mostró contario a las novelas de tesis, aunque en sus obras se puede apreciar la tendencia a demostrar una de ellas: en el conflicto entre el deseo y los impulsos humanos frente a los convencionalismos (sobre todo religiosos), vencen siempre los primeros: la vida, la pasión se anteponen al pseudomisticismo (Pepita Jiménez) y la mojigatería (Juanita la Larga).
     En cuanto al estilo, la crítica coincide afirmar que el suyo es el más cuidado de entre todos los escritores realistas (debemos exceptuar a Clarín). Busca la sencillez; se decanta por la selección. De ahí los importantes aciertos estilísticos que apreciamos en sus obras.

 PEPITA JIMÉNEZ

    La mejor obra de Valera es, sin duda, Pepita Jiménez (1874). Su originalidad reside, en primer lugar, en el tono epistolar inicial (con un epílogo de narración directa). Los puntos de vista se entrecruzan; la estructura está muy bien cuidada.
     La obra está escrita en tres partes: "Cartas de mi sobrino", "Paralipómenos" y "Epílogo: cartas de mi hermano".
     El autor nos presenta la obra como si fuese un manuscrito que él encontró entre los papeles de un deán de una catedral andaluza. Nos explica que cambiará los nombres de los protagonistas, algunos aún vivos. Esta técnica (llamada "del manuscrito encontrado") tiene su origen en El Quijote: el autor, para dar verosimilitud a su obra, dice no ser el inventor de la misma, sino que la encontró ya escrita. Así, la trama adquiere visos de ser auténtica.
     La obra posee multitud de puntos de vista; se consigue así crear un relato rico y variado; al principio, sólo conocemos lo que el protagonista desea, pero poco a poco (en las dos últimas partes) se nos completa la visión de los hechos, aclarando ciertas "lagunas" que, por verosimilitud, no podían ser cubiertas en la parte epistolar.
 A partir de la segunda parte, domina la omnisciencia de Valera, que selecciona los acontecimientos y maneja a la perfección su mundo creado.

    1) Cartas de mi sobrino.

    Es una colección de cartas que el sobrino del deán, el seminarista Luis de Vargas, manda a su tío durante su estancia en la casa de su padre, en un pueblo andaluz. Su padre, el cincuentón Pedro de Vargas, es el cacique del pueblo, muy respetado, pero que llevó una vida poco recomendable. Por esta razón envió a su hijo a los doce años a estudiar y ser educado con su tío el deán. La madre de Luis (muy querida por este), al parecer, no fue muy bien tratada por D.Pedro, aunque este se arrepintió al final.

    Luis ha decidido ser sacerdote; posee una vehemente vocación, pero poco profunda, según se comprobará. Ya ha tomado los votos menores y, a su vuelta a la ciudad, se ordenará, momento que espera con gran fruición. Por su juventud (22 años), ha debido conseguir una dispensa papal para ordenarse antes de la edad normal.

    Al llegar al pueblo Luis descubre que su padre pretende a la joven viuda de 20 años Pepita Jiménez, que parece desdeñarlo, como ya ha hecho con muchos otros pretendientes. Pepita es una mujer de extraordinaria belleza, rubia y refinada, de piel blanca y que cautiva desde un momento al joven Luis. Estuvo casada con un viejo de ochenta años, muy rico, D.Gumersindo, con el que vivió tres años hasta su muerte. Después murió su madre y quedó sola con una gran fortuna, soportando algunas habladurías. Su matrimonio, piensa Luis, fue, ante todo, un acto de compasión para con el viejo Gumersindo. Es una mujer elegante (mucho para ser de pueblo-en esto Valera muestra una actitud un poco desconsiderada hacia las gentes de pueblo). Se codea con lo mejor del pueblo: el médico, el cacique, el viejo vicario... todos acuden a la tertulia que ella organiza en las tardes primaverales. Allí comienza a ir el joven Luis.

    Luis empieza a fijarse en Pepita como su posible futura madrastra. Pero poco a poco, a tenor de las descripciones que de ella hace al deán, se va enamorando. El deán se lo advierte a Luis en una carta al que este hace mención (sólo conocemos las cartas de Luis al deán, no las respuestas), pero este se defiende, diciendo que sólo ve en ella un reflejo de la belleza divina. Pretende, así, despejar las dudas del deán. Además, y para contento de su padre, decide aprender a montar a caballo, para evitar las burlas de su primo, Currito. Intenta justificarlo por la vía religiosa (quizás, de misionero, le hiciese falta. Es muy habitual que Luis lo explique todo "a lo divino").

Pero, en efecto, Luis se va enamorando de Pepita, y así lo reconoce (19 de mayo: "Es cierto: ya no puedo negárselo a usted"). Luis se mortifica, hace penitencia, siempre intentando olvidar a Pepita, pero parece imposible. Descubre en ella miradas ardientes de amor (aunque a veces le parece que es presunción suya, que ella no lo mira así). Se convence de que esas miradas son verdaderas. Un día se dieron la mano al saludarse (por primera vez), y a partir de entonces lo hacen siempre al llegar y al despedirse, sintiendo en este acto un gran placer, mezclado con turbación. Cada vez más, Luis declara que "siento que me resbalo y me hundo", y por eso decide huir, aunque no lo hace. desea no ir más a casa de Pepita, pero no puede dejar de hacerlo. Consigue estar una semana sin ir, y se aplacan un poco sus pensamientos. Pero su padre y Antoñona (criada de Pepita) le insisten para que vuelva a la tertulia. Va muy temprano (6 de junio) y se encuentra a Pepita sola. Se dan la mano largamente. Él la mira con severidad. Ella comienza a llorar. Luis se enternece y la besa. El vicario llega (no los ve) y todo queda ahí.

    Luis sigue pensando que aún se puede remediar todo: decide marcharse el 25 de junio. Pide a Dios que haga que Pepita lo olvide. Aquí, con un tono desesperado ("¡Qué herida y qué lastimada mi alma!"), concluye la primera parte.

 Observamos en esta parte la habilidad de Valera para ir mostrando la lenta evolución psicológica del protagonista: la pasión amorosa se abre paso, luchando contra los propósitos religiosos del joven. Debemos entender que la vocación de Luis está, a estas alturas, seriamente debilitada; por ello es esperable lo que sucederá a continuación.

2) Paralipómenos.

     Parece ser que esta segunda parte (narrativa, en tercera persona, y de la que Valera ha suprimido algunas partes) está escrita por el deán (así opina el editor) que, sabedor de lo que pasa, decide completar el relato a partir del día 23 de junio, seis días después de la última carta. Esta ambigüedad en cuanto al autor "real" del relato vuelve a añadir verosimilitud a la obra (nada más real que incluso el editor desconozca datos, ya que así aparenta no ser él el auténtico creador).

    En esta parte se nos cuenta que Pepita descubrió su amor a Antoñona y que esta, sin que su ama lo supiese, decide ayudarla; de ahí las visitas que hace a D.Luis.

    Pepita recibe al vicario y le cuenta lo que pasó entre ella y el seminarista. Confiesa todo lo que ha hecho por él: abandonar el luto, organizar las tertulias, ponerse hermosa, mirarle provocativamente...) El vicario la convence, aparentemente, para que se sacrifique y lo olvide, y se va contento. Ella, al momento, se desploma llorando.

    Mientras tanto, Luis sigue decidido a olvidar, pero sobre todo por razones sociales: ¿qué pensarán de él el obispo, el deán -incluso el papa, que firmó la licencia para que se ordenase tan joven-? ¿qué pensarán las gentes del pueblo? Él, el "santo", enamorado de la misma mujer que ama su padre. Eso sería un escándalo inadmisible. Y Luis vuelve a disfrazar su renuncia con motivos religiosos.

    Currito invita a su primo Luis al casino y van los dos. Allí conoce al conde de Genazahar, calavera y jugador que insulta en público a Pepita (a la que debe dinero y que lo rechazó como pretendiente). Luis intenta defenderla, pero nadie hace caso del "sermón" del "curita". Abochornado, se va. Vuelve a su casa y llega Antoñona, que lo cita a las diez con Pepita, para que no se marche sin hablar con ella. Acepta. Se va y da un paseo por los alrededores del pueblo. Es víspera de san Juan; hay fiesta. A las 10:30 llega y habla con Pepita (ésta había pedido a una figura del niño Jesús que tenía que no se llevase a Luis). Discuten acaloradamente. Hablan de su amor y lo difícil que es. Ella dice que "amo en usted no ya sólo el alma, sino el cuerpo, y la sombra del cuerpo, y el reflejo del cuerpo en los espejos y en el agua, y el nombre, y el apellido, y la sangre, y todo aquello que le determina como tal don Luis de Vargas: el metal de la voz, el gesto, el modo de andar, y no sé qué más diga". Luis sigue decidido a renunciar, pero cuando ella se aleja de la habitación llorando, Luis la sigue a la alcoba. Al cabo de un largo rato, Luis sale cabizbajo. Pepita sale tras él y acaban de nuevo besándose, y deciden unirse para siempre.

    A las dos de la mañana Luis abandona la casa de Pepita y va al casino para vengar el honor de su recién prometida. Gana todo el dinero del conde de Genazahar a las cartas y este le pide fiado. Luis le acusa de mal pagador y se baten en duelo. Luis es herido en un brazo pero hiere de gravedad al conde en la cabeza y vence.

    Tras varios días de reposo por la herida, Luis se lo cuenta todo a su padre, que ya, por las habladurías del pueblo, lo sabía. Además, había logrado la ayuda de Antoñona, y, según confiesa en una carta a su hermano el deán, él mismo favoreció los encuentros de los jóvenes, y era el primero en desear la boda de ambos, que se celebró en el plazo de un mes.

    El deán reconoce que la vocación de  Luis no era tan fuerte como se pensaba y que gracias a Dios se había descubierto a tiempo.

3) Epílogo. Cartas de mi hermano.

     El editor recoge fragmentos de cartas que D.Pedro manda al deán en los cuatro años siguientes a la boda. Se cuenta el fin de otros personajes de la obra:

    Currito se casó con una rica labradora.

    El conde pagó parte del débito y prometió pagar el resto.

    El vicario murió en loor de santidad.

    Económicamente, todo favorece a los Vargas. El joven matrimonio tiene un hijo y hacen viajes por Europa. A pesar de que a veces Luis recuerda con nostalgia lo que podía haber sido su vida como sacerdote, llega a la conclusión de que "se sirve a Dios en todos los estados y condiciones", especie de "moraleja" final de la obra.

    Para Zavala, la obra exalta al hombre por el que propugnaba el Krausismo. Baquero Goyanes critica la falta de lucha interna de los personajes. Ferreras elogia su psicologismo y su buen estilo.