Un enorme poeta que dejó escuela
A mí se me acaba de morir un amigo y a la Real Academia se le ha muerto un gran académico muy querido por todos. Estábamos en vísperas de celebrar mañana (hoy) la comida anual, el tradicional almuerzo de comienzo de año de la Academia y hubiéramos querido que Ángel estuviera allí. Él estaba muy delicado desde hace tiempo, pero ha muerto como ha querido y ha vivido como ha querido.
Murió a la una de la madrugada, y desde primera hora de la mañana no han cesado de llegar al Tanatorio sus amigos, llorando, y recordando lo que Ángel vivió hasta el miércoles:reuniones nocturnas en casas de amigos, sobre todo en la de Luis García Montero, que era como su hermano, hasta altas horas. Ángel disfrutaba con esas charlas. No hace falta decir que desaparece un enorme poeta, maestro de poetas, porque Ángel deja escuela también: fue uno de los grandes poetas de la Generación del 50. Él comenzó desde muy joven, desde muy niño -el «grupo de los cuatro amigos», de Manolo Lombardero, de Paco Ignacio Taibo..., amigos entre sí y en la literatura- y, curiosamente, Ángel era de aquel grupo el único devoto de Juan Ramón Jiménez en aquel momento en el que en España no se llevaba, por decirlo así. Pero, a lo largo de su vida, Ángel fue un gran machadiano. Hace poco estuvo en Collioure, como si fuera a despedirse de don Antonio. Y su discurso de ingreso en la Academia versó sobre «Las otras soledades» de Machado, título que respondía a uno de los ensayos más lúcidos que se han publicado sobre Antonio Machado. Y también a lo que Machado significó en el momento de la poesía pura en la Generación del 27 como una constante llamada de atención al hecho de que la poesía tiene que estar comprometida, ante todo, consigo misma, con la poesía, pero que esa poesía comprometida consigo misma forzosamente se compromete con lo que es la voz del pueblo, el pensamiento del pueblo, la diversión del pueblo. Y eso Ángel lo vivió como nadie dentro de esa generación estupenda, la del medio siglo. Ahora estaban aquí Pepe Caballero Bonald y Paco Brines despidiendo al amigo. Ángel significó esa vivencia, esa experiencia, llevada en múltiples variaciones, y fue al mismo tiempo un gran estudioso, porque era un gran lector. En estos últimos días Ángel leía novela, ensayo, y desgraciadamente nos ha dejado.
Guardaba permanentemente cosas en el telar. Sostenía que la poesía viene cuando viene, y pasado mañana tenía una intervención, estaba en contacto con recitales y mesas redondas. Lo que nos queda es la admiración y el gran cariño que todo el grupo poético tiene hacia Ángel González.
Publicado en abc
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